Sargento Kirk, Episodio I
Muerte en el desierto
Autor: Hector G. Oesterheld
Colección: Vistaventuras n° 1
Edita: Indice, Buenos Aires, circa 1957.
Para mediados de la década de 1950, empezaban a notarse ciertas fisuras en el (entonces) popular género del western. Frente al discurso predominante en muchas de las obras del momento (mexicanos cómicos y/o vagos, indios salvajes, soldados justos, héroes indefectiblemente WASP, tiroteos sin sangre, etc.) comenzaban a aparecer obras donde los grises eran lo cotidiano y los roles comenzaban a difuminarse. Así aparecían en el comic personajes como Casey Ruggles y Lance de Warren Tufts, el teniente Blueberry de Charlier y Giraud y el Sargento Kirk de Hugo Pratt y Héctor Germán Oesterheld.
Lo más interesante de Kirk era su condición de desertor del ejército americano. Desertor no por vagancia, sino como objetor de conciencia: tras años de servir de manera competente en el ejército de la frontera americana, su participación en una brutal e injustificada masacre de una tribu kiowa terminaba llevándolo a la deserción y a convertirse en una persona con un pie en ambos mundos, el de los indios y de los blancos, tratando de lograr armonía entre ellos y ganándose el respeto general por ello. Si uno lo piensa, un concepto revolucionario en esos años donde todavía el clisé del piel roja salvaje y sediento de cuero cabelludos como decoración de interiores seguía en pie.
Lo que las historietas nunca habían contado era el momento exacto de la deserción de Kirk. Que es lo que justamente describe esta novela. Kirk detiene en el desierto a Nokoni, un peligroso jefe comanche. Pero, en vez de matarlo, lo hace prisionero... lo que implica llevarlo a un fuerte más seguro que el suyo, un suicidio casi seguro porque los ocmanches están dispuestos a todo por liberarlo y empezar la guerra contra el blanco usando esto como excusa. Que es lo que ocurre. Sintiéndose culpable de la situación, Kirk (acompañado de varios de los más indeseables soldados de la compañía, que prefieren ayudar a ese tipo antes que perseguirlo, paral ueog irse a vivir sus vidas fuera del Ejército del otro lado de la frontera mexicana) deserta para eliminar a Nokoni. Lo que terminará ocurriendo en un combate duro y brutal bajo la mirada implacable de los pawnees, enemigos tanto de comanches como de blancos, en una pelea que, filmada, se hubiera convertido en un clásico del género.
Todo esto en una novela que se lee a toda velocidad y de manera imparable. Oesterheld es un narrador nato y cuidadoso. Una verdadera delicia. Si llegan a hallar esta novela (por los años ochenta hubo una reedición de ella, con lo que no debe ser imposible hallarla rebuscando en librerías de viejo de Argentina), no duden en comprarla. Vale la pena leerla.
1 comentario
Javier@hotmail.com -
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